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Por los años ochenta los tulueños desplegamos una intensa y fructífera
actividad artística y cultural en Bogotá. Eran los tiempos de Esperanza Giraldo
González en la Casa del Valle y ella, trabajadora incansable por la
visualización de los trabajos de sus paisanos en todos los campos del arte, no
cejaba hasta lograr el reconocimiento de pintores, músicos, poetas, narradores
nacidos o que se domiciliaban en Tuluá en los ámbitos capitalinos. Por esas
calendas James Moncada expuso “Fantasía vital”, obra en que rendía tributo a
nuestras raíces negras, en la Galería Ambiente que abría sus puertas en el Park
Way del barrio La Soledad. La noche de su inauguración James me presentó a
Eduardo Emilio Esparza un palmirano que había sido su compañero en la facultad
de Bellas Artes de la Universidad del Tolima y que ya tenía una Mención de Honor
en el salón de Arte Joven realizado en 1975 en la Casa de la Cultura Ricardo
Nieto de su ciudad natal y que se aprestaba para representar a Colombia en dos
eventos cruciales: la Primera Bienal de la Habana, Cuba en 1984 y la Bienal de
Arte Iberoamericano de México en 1988. Pues bien, ese jovial muchacho con el que
compartimos en varias oportunidades nuestros sueños y preocupaciones comunes, al
calor de unos buenos tragos y una mejor música, hoy que su rigor y madurez
caracterizan una obra siempre en crecimiento, acaba de ganar la XI Bienal de
Grabado del Ayuntamiento de Xátiva en Valencia, España, con su obra “Visibles 5”
realizada con la técnica de aguafuerte y colografía, entre 290 participantes
provenientes principalmente de Europa y América Latina. Sin duda es un
reconocimiento a la constancia, a su disciplina y compromiso con una obra que
desde su refugio en Tabio y con la complicidad de Teresa su compañera, no ha
transado, ni conciliado con las tentaciones de la fama y lo fácil. Por estas y
otras sobradas calidades artísticas, Eduardo fue incluido como uno de los
invitados a participar en el Museo Peatonal que desde marzo de este año se
erige en la UCEVA con motivo de los 40 años de la Institución y el fallo del
exigente jurado de la bienal española da fe de que no equivocamos la escogencia.
Como amigo y admirador de su paciencia de buril felicito a Eduardo Emilio por
un premio que, sin duda, fue concedido a uno de los nuestros.